Por Salvador García Pérez
Los seres humanos desde su nacimiento,
desarrollo y posterior deterioro tanto psíquico como físico, se enfrenta a
múltiples situaciones que en ocasiones es incapaz de enfrentar solo, por tal
razón acude a un consultorio para recibir orientación de un profesional, unas
veces es un psicólogo, otras un psiquiatra, terapeuta, sacerdote, Guru, etc.,
todo para lograr alcanzar la estabilidad emocional que desean cuya motivación
se presenta en forma de conflicto emocional o existencial, llámese inminente
separación y/o divorcio, duelo por la
muerte de un ser querido, la pérdida de una billetera, llaves, muerte de una
mascota y cualquier otra situación por absurda que a algunas personas les pueda
parecer.
Un ejemplo de esta situación se presenta en el
libro "El día que Nietzsche lloró" del escritor y Psicólogo Irvin D. Yalom en el
cual nos presenta una situación ficticia que a continuación describo.
El Dr. Breuer, un brillante médico, conocido
por sus métodos novedosos e intrépidos es contactado por una mujer rusa, ex
pupila de ni más ni menos que Friedrich
Nietzsche, el eminente Filósofo alemán, conocido por sus tesis contra el
cristianismo. A través de una carta la joven, le exhorta "curar" a su mentor y amigo, de un mal que lo aqueja, acordando en la misma una
cita con el propósito de ahondar en el caso del Filósofo.
-El escritor, en una magistral estructura de
acontecimientos y situaciones, introduce al lector en una vorágine de diálogos
filosóficos entretejidos cuya intensidad lo envuelve de tal manera que le es
imposible dejar la lectura.-
Ahora, un pequeño diálogo para ejemplificarlo.
"Por fin, Breuer se atrevió a hacer una
pregunta.
-Entonces, si lo he entendido bien, ¿el eterno
retorno promete una forma de inmortalidad?
-¡No!—exclamó Nietzsche con vehemencia--. Yo enseño
que no debe vivirse ni desperdiciarse la vida con la promesa de otra vida
futura. Lo inmortal es esta vida, este momento." (Yalom, 2002)
Como se puede observar en este extracto, El Dr.
Breuer y Nietzsche se enfrascan en un intercambio de observaciones sobre la
existencia, la vida, el gozo, entre muchos otros temas, pretendiendo "curarse" el uno al otro, en un proceso terapéutico recíproco sumamente intenso y
enriquecedor.
Las constantes dolencias físicas del filósofo
lo atormentan así como sus conflictos existenciales (parece extraño en este personaje), sin embargo así sucedió (en la novela). El
proceso psicoterapéutico es en primera instancia, un ejercicio interior, en
cuyo silencioso análisis, se desarrolla toda la temática posible del individuo
que presa del temor a perderse en un mar de dudas, recuerdos, incógnitas,
miedos, fantasías de lo que pudo ser y no fue, entre muchas otras que lo
volverían literalmente "perder
la cabeza".
Yalom, D. I. (2002). En D. I. Yalom, El día
que Nietzsche lloró (págs. 312, 313). México: Emecé Editores.
12 enero 2017
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